Recuerdos {Elena S.}

Odiaba ser vampiresa. Lo odiaba con todas sus fuerzas. Apenas había despertado tras morir, descubriendo su nueva condición, y se detestó por ello. Elena Gilbert no estaba hecha para matar a nadie, ni siquiera para beber de una bolsa de sangre, sabiendo que el contenido perteneció a algún humano. Stefan la intentaba ayudar en todo lo que podía, pero bien sabía la joven Gilbert que él, más que nadie, tenía problemas con la sangre. ¿Cómo iba a alguien así enseñar a una neófita? Era imposible, o al menos poco probable, que Stefan pudiera. Su otra opción era Damon, y estuvo a punto de rogarle por que la ayudase en esta nueva vida que ella, por descontado, no había elegido. Pero Elena no tenía la fuerza para enfrentar al mayor de los Salvatore y suplicarle porque le tendiera una mano. Estaba segura de que Damon aun estaría resentido por su elección, por haber sido Stefan el elegido y no él. No obstante, la vampiresa estaba más confusa que nunca, pues la transformación no solo le trajo recuerdos olvidados por compulsión, si no que también había intensificado sus sentimientos. Ahora más que nunca era consciente de que amaba a Stefan, sí, pero también de que amaba a Damon con todo su corazón.

Exhaló un suspiro abatido mientras sus ojos castaños obsevaban el agua del lago. Había logrado despistar a los Salvatore y poder salir, necesitaba de un momento a solas para tratar de ordenar sus ideas.

De repente, un sonido captó su atención, colándose por sus oídos, ahora más agudizados que cuando era humana. Al girarse, vio a una chica que no conocía de nada, pero que tras pronunciar el nombre de Katherine, pudo adivinar que conocía a la vampiresa. Eso podría ser un problema. - No, soy Elena. - Se acercó a ella, cautelosa. - ¿Y tú eres...? -Alzó una ceja, interrogante.

Se quedó perpleja ante la respueta de la chica. ¿Lillian Salvatore? Recordaba un par escasas ocasiones donde Stefan la mencionara: su hermana menor, que falleció hace más de un siglo. Era imposible, la tenía delante de sus ojos. Miles de preguntas se le vinieron a la cabeza, pero no fue capaz de pronunciar palabra hasta soltar el aire que había retenido en los pulmones, presa del asombro. - ¿Cómo es posible? Stefan me dijo que habías muerto... - Aseguró, parpadeando un par de veces. Se recolocó un mechón de pelo tras la oreja, revoltoso por culpa del viento.

Quiso preguntar si acaso ellos sabían que seguía viva y que era vampiresa. Elena asumió eso último, ya que sino, no habría otra explicación. Pero antes de poder formular la pregunta, el comentario de Lillian la hizo bajar la mirada. - No te haces una idea de cuanto... - Respondió ante el comentario de Katherine. Elena estaba más que cansada de que la confundieran. A veces incluso sentía que no era más que una copia, la eterna sombra de Katherine Pierce. - Pero dime, ¿saben Stefan y Damon que estás viva? ¿Por qué no has aparecido antes? - Tal vez se apresuró a indagar en su vida, sin conocerla de nada. Por ello se mordió el labio inferior y carraspeo. - Lo siento, estoy algo... descontrolada últimamente.

Asintió a cada una de sus respuestas. Para empezar, no conocía nada de su vida, por lo que no la juzgaría ni muchísimo menos. Ella debería tener sus razones para no haber aparecido durante todos estos años, y si quería contarlo, Elena estaría encantada de oírla. Pero si por el contrario, prefería no hacerlo, no sería la chismosa de turno metiéndose en la vida ajena. Pero, por lo pronto, la vampiresa le resultaba simpática. Tal vez incluso amigable. - Comprendo... - Respondió, cruzando los brazos en un gesto simple, adoptando una posición más cómoda. - Desde luego, sorprenderles los vas a sorprender de sobremanera. - Sonrió levemente, imaginando las caras de Damon y Stefan. Probablemente, el primero se lo tomaría peor que el segundo. Lo conocía muy bien, y sabía cuan rencoroso podía llegar a ser.

Ante su pregunta vaciló ligeramente, encogiéndose de hombros. - Bueno... digamos que he sido algo traviesa. - Carraspeó, aclarándose la garganta. - Le pedí a Stefan que fuera a ver como estaba Jeremy, mi hermano... Dada mi reciente conversión no me atrevo a estar frente a él, podría hacerle daño. - Explicó. - En cuanto a Damon, le mandé a por unas bolsas de sangre al sótano. Mientras él bajaba, yo escapé. - Torció el gesto, reconociéndose mentalmente que no estuvo bien irse así. Ahora ambos debían estar muy preocupados. - Supongo que no obré bien, pero necesitaba un poco de soledad...

Sonrió levemente, parecía que Lillian podía entenderla, y de no ser así al menos no la delataría; ella, por supuesto, tampoco. - No te juzgo, todos tenemos motivos para hacer lo que hacemos... Aunque algunos no tinen justificación, como los de Katherine o los de Klaus... - Frunció el ceño al recordar a ambos. No sabía a quien detestaba más de los dos, aunque posiblemente Klaus fuera el ganador. Katherine le había hecho mucho daño, a ella y a los Salvatore, pero en contadas ocasiones ayudó también. Pocas, pero algunas. Klaus en cambio todo lo contrario, solo buscaba herir al prójimo y es lo que hizo. - De hecho, creo que debes ser tú quien les digas que has vuelto, no yo. Así que tranquila, no diré nada si es eso lo que te preocupa...

Observó a su alrededor cuando Lillian se ofreció a dejarla sola de nuevo. Elena negó, regresando la mirada a la menor de los Salvatore. - Oh no, tranquila... No me molestas. - Le dedicó una pequeña sonrisa, sincera. - De todas formas, no tardaré mucho en regresar, no quiero preocupar a tus hermanos.